La desagradable historia de Amalia Contreras - 4ta parte

Me baño en la quieta luz de una gota y recuerdo cómo llegué a ser.

Pia Tafdrup

El agua caliente caía sobre mi cuerpo y el vapor llenaba la habitación mientras me bañaba. Después de un buen rato, más por disfrute que por higiene propiamente dicha, terminé mi ducha y salí. Me acerqué al espejo que se hallaba adosado a la pared sobre el lavamanos. Saqué de mi estuche de viaje mi vieja navaja, regalo de mi abuelo, la crema de afeitar y empecé el rito del rasurado. Me hallaba concentrado en esos menesteres cuando el sonido de mi teléfono móvil me asustó haciendo que la afilada navaja deslizara sobre mi piel provocando que un pequeño hilo de sangre se marcara alarmante en mi cuello. No era algo grave, pero lo blanco de la espuma de afeitar y de la decoración de la sala de baño hacían que el carmesí de la sangre destacara sobre todo el ambiente.

Tomé una pequeña toalla y la coloqué sobre la herida, salí rápidamente a la habitación y contesté el celular: —Hello, Casas here. —Dije en mi inglés de horrible acento británico.
—Buenas tardes Sr. Casas, le habla Amalia Contreras, disculpe que me haya adelantado a la hora que habíamos pautado, pero aproveché el escaso tráfico de esta hora para acercarme hasta el hotel. Estoy en la recepción, le espero. Tómese el tiempo que necesite. Cuando baje por favor llámeme a éste número para ubicarnos.

Finalizada la perorata colgó la llamada. Quedé con el teléfono en la mano y con una cara de perdido que seguro hubiera hecho reír a cualquiera. Si claro, yo la llamo, dije para mis adentros.

Tiré el teléfono sobre la cama y me di la vuelta para entrar nuevamente al baño y terminar de afeitarme cuando el teléfono volvió a sonar. —¿Hello? Respondí otra vez.
—Señor Casas, es Amalia Contreras nuevamente, estoy muy apenada, ni siquiera le dejé hablar. Por favor discúlpeme, estaré esperándole.

Volvió a cortar la llamada y nuevamente me dejó sin poder decir nada. Debo confesar que por un segundo me molesté, luego sólo me causó gracia y sonreí. No conocía a Amalia Contreras pero ya me caía bien.

Veinte minutos después estaba marcando los números del teléfono de Amalia Contreras, caminaba por el pasillo del hotel hacia el ascensor mientras el aparato me devolvía los típicos timbres fríos y sin sentido de las llamadas en espera. Luego de unos segundos escuché la voz de Amalia: — ¿Señor Casas? Estoy del lado izquierdo de la recepción, en los sillones que dan hacia la calle. Estoy vestida...

No dejé que terminara la frase, la interrumpí sin mucha cortesía: —Señorita Amalia, espere por favor, no me cuelgue. Estoy bajando en el ascensor. Disculpe usted mi tardanza, sólo déjeme expresarle mi agradecimiento por la amabilidad que ha tenido al venir a buscarme.— Dije un tanto divertido. Del otro lado de la línea sólo había silencio.
—¿Sigue en la línea señorita Contreras?— Pregunté eliminando el Amalia y poniendo voz de preocupación. Ahora si me estaba divirtiendo. El ascensor ya llegaba a la planta baja.
—Si, si, si... ¡si señor Casas!, sigo en línea. Disculpe, es que me sentí avergonzada, la verdad fui muy grosera y no le di oportunidad de decir nada en las llamadas que le hice hace rato.

La voz de Amalia se escuchaba abochornada, salí del ascensor y miré en todas direcciones, a mi derecha a unos diez pasos estaba el gran mueble que hacía de recepción, me acerqué. En el teléfono, Amalia seguía excusándose y yo me divertía escuchándola y buscándola con la mirada. Justo donde me había dicho, sentada sobre un gran sofá de cuero color vinotinto estaba Amalia. Su piel, aunque blanca, destacaba al ser más oscura que lo visto en aquellas tierras, además sus ademanes, propios de quienes tenemos sangre latina, delataban a la dama con la que debía verme.

Entregué las llaves al recepcionista sin decir palabra y tomé un caramelo que se hallaba en un gran cuenco de cristal encima del mostrador. Caminé hacia donde estaba sentada Amalia Contreras, quien seguía dándome explicaciones y disculpas por su comportamiento. Me detuve frente a ella y corté la llamada.

Por un instante pareció quedar estupefacta: —¡Aló, aló! Señor Casas, ¿sigue en línea?— Preguntó hablándole al aparato.
—Si señorita Contreras— dije obviando nuevamente su nombre —, aquí estoy. Es un placer conocerla.— Agregué extendiendo mi mano para saludarla.

Su ojos me miraron fijamente y una ola de rubor empezó a subir por su cuello en dirección a sus mejillas.

—Señor Casas, yo...
—No se preocupe, tome este caramelo en señal de amistad.— Dije interrumpiéndola por segunda vez.— Imagino que su trabajo debe ser bastante ajetreado. No hay nada que disculpar de mi parte.— Terminé, tratando de mostrar mi mejor cara.

Amalia Contreras me regaló entonces una sonrisa, una sonrisa que aún hoy después de tantos años sigue incrustada en mi memoria como una de las imágenes más hermosas que haya visto jamás.

—Ahora, si me lo permite, le invito un café acá mismo en el hotel. No es tan bueno con un cafecito recién colado, pero creo que para conocernos es un buen inicio.
—Pero es que ya es la una y tantos, la reunión es a las tres.— Dijo ella aún un poco ruborizada.
—¡Exacto!, tenemos entonces una hora y algo más para conversar y así ponernos al día sobre los asuntos a tratar en la reunión. Además, me sentiría apenado si no me acepta esa taza de café. No se hable pues, más de este asunto. ¿Le parece?

Amalia trató de excusarse nuevamente y como pude evité tal situación. Su pena por algo tan trivial me había causado muy buena impresión y sin saber exactamente el porque quería conocerla un poco más. Fue así como unos minutos después, tomábamos un negro y humeante café mientras conversábamos.

[Continuará...]

Sólo 8 hablaron pajita

Ernesto | 25 febrero, 2008 19:38

esa amalia debe estar realmente fabulosa...

ya estaba imaginando que la herida del navajazo de "... el rito de la rasuración" no cerraba y el protagonista se desangraba mientras que bebía el café con amalia mientras la miraba todo estupefacto.

saludos y jazz

Venus | 25 febrero, 2008 23:29

Mi queridisimo Ernesto tengo que confesar que la historia mejora con los días, una narrativa excelente.... Además unas escenas que lo transportan a uno a situaciones similares en algun momento de nuestras vidas... Un abrazo caluroso y beso inmenso...

Mallén | 26 febrero, 2008 09:44

Me encanta Amalia; me encanta tu escritura... amigazo, me encantas tú!
Cariños desde Chile!

3rn3st0 | 26 febrero, 2008 15:50

Ernest: Ni te la imaginas tocayo, lo que pasa es que no he encontrado las palabras para describir esa fantasía de mujer. Creo que es más fácil si logras imaginarla como tu la desees. Gracias por las visitas :-)

Lili: De alguna manera, esas vivencias forman parte de todos y cada uno de nosotros, tal ves sitios, ciudades u horas del día diferentes, por supuesto otros protagonistas, pero de eso se tratan las historias, de que siempre tienen algo que ver con alguien en alguna parte :-)

Mallén: Pues no se que decir, sólo puedo inclinarme para agradecer las palabras de una bella poetisa chilena :-)

More | 29 febrero, 2008 21:59

Demasiado poco, querido.!!! Después de tanta espera, no era justo que nos dieras más? jejej
Bueno esperaremos, besos para vos.

DulceJeny | 03 marzo, 2008 16:00

MAS MAS, TU IMAGINACION VUELA AL QUERER IMAGINARLA, BUENO ESPERO... LO QUE SIGUEEE SALUDOS, BESOS

3rn3st0 | 03 marzo, 2008 17:22

More: ¡Dios! Que falta de tacto, me has dicho pichirre literario en mi cara sin más ni más. Bueno, no tengo excusas, en los próximos días leerás más de la historia de Amalia Contreras :-)

DulceJeny: Eres insaciable Jeny, bueno, haré lo posible por complacerte, ya viene la próxima parte de la historia :-)

Ricky del Norte | 04 marzo, 2008 12:09

Muy bueno Ernesto..., osea que hay parte 5..., la esperaremos pues, que realmente vale la pena.
Saludos.

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