Mientras esperaba el autobús, Eusebia observaba a su alrededor entreteniéndose con la gente que pasaba en una u otra dirección por la acera del frente. Tomados de la mano, una pareja de adolescentes reían e intercambiaban miradas pícaras. Asomado unos metros más adelante estaba un hombre de una gran barriga, la cual mostraba parte de su peludo abdomen ya que la franela que le cubría por lo prominente. Eusebia veía estas escenas y se sonreía le pareció divertido y sin darse cuenta olvidó que esperaba el autobús. Miró a su izquierda, donde a menos de un metro, una mujer alta, elegantemente vestida miraba una y otra vez su reloj de pulsera, para, paso seguido mirar alrededor como buscando a alguien. El problema es que los lentes de sol que le cubrían los ojos no permitían conocer realmente su expresión, sólo el mordisquear de sus labios denotaba la preocupación que la embargaba.