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La princesa y el enfermo

Un malestar de esos que hacen que las articulaciones duelan, una irritación en la garganta y una pesadez horrible me mantenían en cama desde hacía unas horas. No tenía ganas de nada y la verdad una gran tristeza completaba mi ser de mala manera.

No acostumbro a tomar ningún tipo de medicamentos, así que entre toda esa destemplanza corporal y anímica me apresté a afrontar la desgraciada gripe como siempre lo hago. Algunas horas de sueño, serían suficientes para aliviarme. Sin embargo, desde la noche anterior una personita me acompañaba, algo que no había ocurrido antes. La noche anterior, le había dicho: –Madrecita, mejor ve a dormir con tus tías, estoy enfermo y si te quedas conmigo podrías enfermar tú también.

Ella me miró con esos ojitos que tanto dulce me regalan con su mirada y me respondió con una firmeza que me dejó encantado: – Papi, si me voy, ¿quién te va a cuidar?

Mi hijita de sólo cuatro añitos estuvo toda la noche conmigo y aunque tuve que arroparla, llevarla a hacer pipí a mitad de la noche y acurrucarla, porque esa noche estuvo haciendo frío. Nunca me sentí más cuidado y querido. Sonreí para mis adentros y miré a esa hermosa niñita que compartía mi cama durmiendo plácidamente.

Pensaba en todo eso y en las cosas que podría ser cuando creciera, tal vez sería médico, tal vez profesora, no sé, sólo dejaba mi cabeza divagar en esos pensamientos cuando sentí una manito apretar la mía.

–Papi, ya no estás tan caliente. Se te quitó la gripe—. Afirmó mientras me miraba desde sus ojitos recién abiertos y su cabellera enredada.
–Si mi princesa bella, tu me cuidaste de maravilla y eso me curó.– Le respondí.

Me sonrió con esa carita que tanta ternura me causa y luego sólo cerró sus ojitos para seguir durmiendo. ¿Si te cuida una princesa encantada como ella, podrías seguir enfermo? Yo no.

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Dedicado a Macyris Del Mar, mi princesita bella, quien ese día me cuidó como nunca nadie podrá hacerlo.

PD: Éste fin de semana por fin la volveré a ver después de tantos meses.
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El gran amor de mi vida

Amar a una mujer siempre es una experiencia fascinante, todas son diferentes, en formas, en maneras, en sabores y olores. Nunca podrá nadie decir que conoce a las mujeres, necio aquel que intente hacerlo y patán el que diga que lo ha hecho. A una mujer, a una dama, sin importar su condición sólo se la puede amar, la sola condición de ser mujer le da ese privilegio.

Espera, no me interrumpas, no te estoy tratando de conversar sobre un tema, tampoco quiero discutir sobre lo que pienso o siento, sólo me expreso ante ti para que sepas más sobre mí, sobre las cosas que me ocurren por dentro. Si te sirve, tómalo como una descarga. Si, ya se, estoy siendo grosero, pero déjame continuar por favor. ¿Si?, okay, gracias. Entonces sigo.

¿Que si he amado? ¡Claro!, muchas veces, muchísimas veces, y siempre me digo: – He encontrado al amor de mi vida. Puedo inclusive, agregar sin pecar de vulgar o misógino que todas las mujeres a las que he amado, han sido el amor de mi vida. No podría ser de otra manera, cada uno de esos amores ha sido único y cada una de ellas ha aportado experiencias maravillosas a mi vida.

¿Porqué me preguntas que si estoy loco? ¿Que sólo hay un solo gran amor en la vida? No, eso no lo comparto, siento que esta vez no estas en lo cierto. ¡Claro que estoy seguro de lo que digo! Déjame explicarlo así. Todas y cada una de esas mujeres con quienes he tenido la dicha de compartir un pedacito de mi vida no sólo han tomado algo de mí, más que eso, cada una de ellas me ha regalado una parte de si misma que atesoro y guardo celosamente.

Bueno, ya se que algunas no se han portado bien conmigo, pero eso no les quita lo mucho que me dieron. Es más, podría hacerte una lista de lo que me han dado y toda mi vida no alcanzaría para terminarla. Además, creo que tomas lo que digo refiriéndote sólo a las mujeres que han sido mis parejas. Ellas, las de ese grupo en particular son quienes más me han hecho sentir pleno, pero no sólo de ellas hablo. Te hablo de mi madre, mis tías, mis hermanas, mis primas, mis amigas…

No vale, no te rías, es en serio. ¿Acaso no amas tú a tu madre? ¡Exacto!, claro que la amas, entonces puedes decir que ella es un gran amor en tu vida. En fin, me estoy desviando del tema. Voy a centrarme más bien en el ámbito que parece interesarte más, las mujeres que he amado por ser mujeres, aquellas que me han amado por ser hombre.

Me dices que algunas se han portado mal, pero, pregunto yo ahora: ¿Qué es portarse mal?, ¿dejar de amarme?, ¿amar a otro?, ¿tomar su camino y seguir?, ¿compartir su amor? Creo que otra vez te equivocas, eso no es portarse mal, eso es sólo ser como son ellas, maravillosas, incomprensibles y sobre todo, llenas de emoción y sentimientos.

Esas mujeres de mal comportamiento como dices, son las que me han hecho lo que soy, bueno o malo. Ellas me han enseñado a aceptarlas, me han enseñado a ser tierno, a demostrar lo que siento, a compartir las angustias de cosas que pueden ser nimias. Ellas son las que, como dije antes, me han dado muchísimo, me han dado momentos de ternura, me han regalado instantes de pasión desenfrenada, tiempos de prosperidad. Me han obsequiado con sus besos, sus caricias, sus suspiros y jadeos. Esas mujeres me han hecho feliz al sonreírme con ojos iluminados cuando les obsequio una flor. Son las que me hacen sentir valiente en una noche de tormenta porque buscan refugio en mis brazos. Son las que me hacen sentir fuerte porque necesitan de mi ayuda para mover un mueble.

Esas mismas mujeres que dices que me han tratado mal, me hicieron sentir valioso porque compartieron mis triunfos como si fueran de ellas y lloraron conmigo cuando alguna situación me causaba daño o dolor. Ellas me permitieron escucharlas, si, en serio, me dejaron escuchar sus cosas, me narraron sus tristezas, ilusiones y alegrías y pude así ser un mejor hombre y compañero.

No, no es cursilería ni tampoco la búsqueda de justificaciones. Y no me digas que es para argumentar mis fracasos, sabes que esa palabra no existe en mi vocabulario. Yo no he fracasado antes, no lo hago ahora y menos aún lo haré en el futuro. ¿Qué he cometido errores? Por supuesto, muchísimos, pero de eso se trata, ¿no? En todo caso, esas mujeres, los amores de mi vida, no tienen nada que ver con esos errores. Esos errores, esas fallas son mías, de nadie más. Es más, dejemos eso hasta aquí, yo te pedí que me escucharas, no que opinaras. Disculpa mi grosería, pero sino te lo digo así no me vas a dejar terminar.

Okay, como te decía – y disculpa mi insistencia –, todas esas mujeres han sido mis más grandes amores y lo han sido porque son especiales, aunque no he conocido a la primera mujer que no sea especial. ¿Sabes lo que significa abrazar a una mujer y temblar de emoción y placer? Bueno, yo si lo se, porque ellas me han brindado esa dicha.

Espera, déjame atender el teléfono. ¡Porqué será que siempre hay alguien inoportuno! ¿Eh?, no es el mío. Es tu teléfono. Yo espero, no hay problema…

¿Tienes que irte? Bueno, no se puede hacer nada. Luego continuamos. No te preocupes, en serio, yo no me enrollo. Estamos pendientes entonces. Saludos por allá. Me llamas y nos ponemos de acuerdo, eso, vale.

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Caliento un poco de café negro, me sirvo una gran taza de la humeante infusión y enciendo un cigarrillo. Con cada bocanada un amor aparece para luego darle paso a otro amor. Ninguno mejor que otro, todos muy especiales, eso si, todos mis grandes amores. No puedo quejarme, he sido feliz, ahora me siento feliz y seguramente seguiré feliz en el futuro.

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Quiero obsequiarles con un fragmento de un poema que mi abuelo siempre recitaba. No conozco el autor y tampoco conozco el texto completo del poema por lo que sólo les transcribo aquí lo que recuerdo.

Sembrar amor en mujer es como escribir en el agua,
echar nieve en una fragua o en el mar un alfiler.
Quererlas no puede ser, pero odiarlas es peor,
pues lo mejor es señor, para que causen placer,
quererlas de cierto modo que ni se quieran del todo
ni se dejen de querer.

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NOTA FINAL: La imagen que adorna el texto se llama "Amada mujer" y es de mi autoría.