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Alas rotas

Love is never lost. If not reciprocated it will flow back and soften and purify the heart.

Washington Irving

Sentada, acurrucada, era un ovillo en el suelo y lloraba, lloraba abrazándose así misma meciéndose hacia delante y hacia atrás. Cortos gemidos salían constantemente de su pecho y espasmos que iban y venían hacían temblar su cuerpo. Frente a ella, sólo podía observarla. No había nada que pudiera hacer. Quería abrazarla pero me atrevía, quería decirle palabras de consuelo, pero el nudo que atenazaba mi garganta me lo impedía, deseaba hacerla feliz, pero ella jamás quiso eso de mi , hubiera querido seguir amándola con todas mis fuerzas como lo hice desde el día que la vi por primera vez, pero era un sentimiento que ella no pudo o no quiso corresponder nunca. Me atreví a posar mi mano sobre sus cabellos, así como se alienta a un niño pequeño. Ella se estremeció y sus llantos se tornaron más dolorosos. Su belleza había desaparecido oculta por el dolor que colmaba su pecho y yo, yo sólo estaba ahí, inútil, sin poder remediar su sufrimiento.
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Despiértame cuando pase el temblor

Lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos.

Hellen Keller

Desperté bruscamente, no sentía mi brazo derecho. Me asusté, no sabía que ocurría. Traté de moverlo y sentí sus dos manos apretando con muchísima fuerza por encima de mi codo. La ausencia de percepción no era más que mi brazo dormido por la falta de circulación. Luego sentí como todo se movía a mi alrededor, la cama temblaba, el agua en el vaso sobre la mesita de noche saltaba haciendo extraños guiños de gotas saltarinas. Traté de soltarme de su agarre, pero ella atenazaba mi brazo con una fuerza que no podía suponer en alguien tan frágil. Ya totalmente despierto pude percibir sus sollozos. Su rostro, enterrado entre mi cuello y la almohada dejaba escapar un llanto temeroso. Como pude me deshice de su agarre y, echándome hacia atrás, me senté. Ella seguía llorando, oí como algo en la cocina se estrellaba contra el suelo haciendo un gran ruido, seguro una olla o algún otro perol. Aquel desagradable sonido me alteró un poco, no lo esperaba. Ella volvió a tomarme del brazo, con más fuerza si es que eso era posible. Con enojo la hice soltarme otra vez.
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No diré

La fantasía del hombre es la mejor arma de la mujer.

Sofía Loren

Estaba nervioso, lo admito, nervioso y con algo de miedo. Aquella situación era extraña por decir lo menos. ¿Alguna vez se ha encontrado completamente desnuda en medio de una plaza a mitad de una noche lluviosa?, ¿no? Bueno, era eso exactamente lo que me estaba pasando. No recordaba cómo había llegado allí o cómo me habían llevado, de verdad no lo recordaba o no quería recordarlo. Tampoco era que me importara mucho. No diré, eso sí, que aquella extraña situación no me procurara un tanto de placer. Si, lo estaba disfrutando. Estaba atenazado de frío y totalmente empapado, el nerviosismo me hacía temblar y el miedo no me dejaba pensar claramente y aunque parezca una locura, sentía placer en todo aquello. Una cálida sensación de placer recorría mi interior y todo lo que sentía por fuera me era indiferente, sencillamente no me molestaba nada.