La desagradable historia de Amalia Contreras - 2da parte
¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?
Un cielo limpio, azul sin nubes y de un sol brillante, así era el día en que Amalia se casó con Antonio. Fue, además el día más feliz de su vida. La decoración de la iglesia y del salón de recepciones fue la envidia de muchas novias durante muchos años. El vestido de novia era toda una obra de arte de la costura. Las mejores telas traídas de Europa y la contratación del modisto más encumbrado de la nación habían logrado hacer de ese vestido todo un icono de lo que debía ser una novia. Lo cierto es que no se escatimaron los gastos, había bebida y comida para todos los gustos y en cantidades que ofenderían a cualquiera que no supiera que todo aquello no era opulencia sino una orgásmica demostración del amor más puro y la pasión mejor guardada… Sin embargo, no daré detalles de la boda porque no son importantes respecto de la historia que les estoy narrando. Voy a encaminarme hacia lo que realmente nos interesa.