| Sólo 2 hablaron pajita

Para ti mujer

Cual guardia de atalaya, desde arriba te observo allí acostada, desnuda toda, entregada sin riendas, sin trabas, sin miedo. Tus brazos descansan a ambos lados de esa guitarra que son sus caderas y cintura y las palmas de tus manos miran el cielo, desinhibida absolutamente, confiada hasta el infinito... Tus manos esas pequeñas y delicadas obras de la orfebrería más fina de dedos largos, delgados y perfectamente torneados por un maestro carpintero, tiemblan un poco pero no es temor lo que los hace temblar, es deseo, deseo y pasión...

Subo la mirada y la prominencia de tus hombros desnudos destaca por su redondes, pueden apreciarse allí pequeños chispas de brillo. Es sudor, estas sudando y no hace calor, estas sudando y no te has ejercitado, es maravilloso ver ese cielo estrellado por miles de gotitas de sudor, ese cielo en el que se ha convertido todo tu cuerpo...

Mi mirada continúa su recorrido y llega a una encrucijada, admiro tu delicado cuello y no se si bajar para admirar esa maravilla que es tu cuerpo o subir y dejarme embelesar por la delicadeza casi divina de tu rostro... Me dejo llevar por el morbo y bajo el sinuoso camino de su cuello, tan delicado, fino, no me aguanto y lo beso, su calor y aroma me atraen, le beso cientos de veces, suavemente, con pequeños, cortos y mansos ósculos que te hacen estremecer...

Levanto mi mirada nuevamente y la dejo correr por encima de esas dos colinas que adornan tu pecho, son espléndidas en toda su hechura, han sido talladas con delicadeza y amor, parecen haber sido creadas para embelesar e hipnotizar. En el sube y baja de tu respiración se inflaman y el adorno de tus pezones las culmina como chispas maravillosas del más delicioso chocolate... El valle que en medio hay es delicado a más no poder dejo resbalar mis dedos en él y siento como tu respiración llena por dentro tu cuerpo...

Continúo mi fantástico viaje más abajo y me detengo para observar la planicie que es tu vientre el cual ha sido repujado por alguien más allá de la comprensión de éste sencillo hombre, tan fascinante es... Una refinada hendidura ha sido tallada en su centro es tu ombligo, que espectáculo, ¡qué espectáculo!.

Al seguir mi viaje no puedo evitar parar en tu púbis, prodigiosa obra del más mórbido artista, quien seguramente se ufana a quien desee escucharle sobre su obra maestra... La dermir que le cubre, ha sido toda tratada por un excelso maestro talabartero que trabaja la más fina y tierna piel, suave al tacto, extraordinaria al olfato y excelsa al gusto, he ahí tu vulva, centro de atracción de deseos innombrables por oscuros y morbosos... Y allí, en medio de esa portentosa vista, se halla la entrada a tí, tantas veces anhelada, tantas veces deseada está a poco menos de una nariz de distancia y me dejo llevar como atrapado en un sueño admirándola, olisqueándola, degustándola...

Debo continuar mi viaje, no puedo detenerme, aunque quisiera es imperioso seguir, no es menester que se nos de la oportunidad de ver algo tan fascinante, de apreciar en todo su esplendor el cuerpo de una magnífica hembra...

Dos columnas arrancan al final de tus caderas, justo a los lados de lo que acabo de describir. Torneadas por un ebanista allá en el cielo, son sinónimo de femineidad, delicadeza y locura, locura de amor y pasión para aquellos que nos atrevemos a admirar tanta perfección. Las acaricio suavemente, dejando que las yemas de mis dedos recorran su piel y me embeleso en observar tus reacciones, me admiro al ver tu respiración agitarse aún más y paro al llegar a tus pies...

¿Quién pudo concebir tal idea?. Dos piezas de la más perfecta mecánica celestial diseñadas para moverte se han convertido, de repente, en esculturas, pequeñas, delicadas, suaves y por demas tiernas. Pequeñas sin llegar a extremos ridículos, diez ramitas les decoran. Beso cada uno de los dedos de tus pies y me encanto por lo deseable que cada parte de ti se me hace.

Al final debo regresar, no podría terminar mi viaje por mi mundo, que eres tu, sin hacer una parada en el más prodigioso paisaje, tu rostro...

Allí con los ojos entrecerrados te dejas hacer y me admiro una vez más por la perfección que Él es capáz alcanzar cuando se lo propone. Si fueras Medusa ya me habría convertido en estatua, tan fascinado contigo estoy. Tu cabello se abre como un abanico debajo de tu cabeza y no dejo de verle, esa hermosa pelambre te da un aire de realeza allí tendida, como una princesa encantada, encantada por el deseo, por la lujuria que ahora nos abraza a ambos...

Tu frente deja entrever lo que eres por dentro, aún cuando no estés pensando ahora, se puede inferir lo inteligente que eres, porque no sólo la belleza de la que eres portadora te luce, sino tus cualidades como mujer moderna, luchadora y de un tesón admirable.

Entre las comisuras que ahora son tus ojos, se aprecian algo así como lágrimas y es que has llegado al paroxismo en tu entrega a mi... ¡Que maravillosa has sido vida por darme a éste ángel para mi goce... Tu pequeña y respingada naríz se oblonga por el aleteo de sus fosas, aspirando y espirando el aire que ahora te llena, impulsando la sangre que hace hervir tu cuerpo bajo mi mirada arrobada por lo que eres...

Por último tus labios, primorosa pieza digna de un músico virtuoso, de una delicadeza tal que parecen un nocturno. Sólo el beso más apasionado le es digna y no me detengo a pensar si soy capáz de profesarlo, sólo me dejo llevar por el impulso y uno mis labios a los tuyos, caigo en picada por tan extraordinaria sensación, que esplendida es la vida y que corta se me hace si tan sólo puedo tenerte durante su duración...

Si fuera ateo me convertiría, porque contigo puedo creer sin dudas en Él, porque sólo el Maestro entre maestros podría ser artífice de tan excelsa obra. Se dice que hay siete maravillas, podría agregarse una más, pero eres tran extraordinaria que aquellas no dejarían huella en la historia, y es que todas han sido concebidas por el hombre, pero tu, tu eres la divina expresión de todo el universo eres una mujer y como tal te admiro, por eso quise escribirte estas líneas. ¡Gracias Dios!, es mucho más de lo que podríamos merecer, pero así eres, espléndido, sin egoismos, y si querías que te adoráramos, lo lograste a través de tu más portentosa obra, prodigio de tu grandeza, la mujer.