| ¡Dale que no viene carro!

Habitaciones vacías

Una persona puede sentirse sola, aún cuando mucha gente la quiera.

Ana Frank

Hubo una época, en un lugar donde el tiempo no existía y los días eran siempre soleados, donde siempre eran lluviosos, donde siempre eran una eterna noche estrellada, donde la primavera, al igual que el invierno eran eternos. Era un lugar fuera de nuestro entendimiento donde todo era como deseara cada persona. En ese extraño mundo había un hombre, un hombre como cualquier otro, un hombre ni muy alto ni muy bajo, para nada gordo pero tampoco flaco. Era un hombre cuya belleza física era de esas que se describen con la frase: —Es que él tiene un corazón hermoso—. Así pues, no era un hombre agraciado, aunque no asustaba, eso no. Era un hombre cuyo cabello era largo por momentos, cuando así lo soñaba y se tornaba en una gran calva al despertar. Era un hombre cuya sonrisa estaba siempre a flor de piel aún cuando en su alma no se dibujaba con frecuencia.