Avaritia

Miguelina Montes pasaba de los setenta años, sus cabellos ya blanqueados por el tiempo siempre estaban amarrados con un moño tan apretado que parecía estarle halando dolorosamente la piel del rostro. Sus ojos quedaban achinados de tanto que aquel moño estiraba su envejecida piel. Su vestimenta se acomodaba a aquel rostro de manera extraña, vestía siempre faldas largas que arrastraban por el suelo a sus espaldas y caían sobre sus pies dejando sólo las puntas visibles. Los colores eran siempre obscuros. Cubría su pecho con blusas siempre en tonos grisáceos, algunas veces un estampado en flores - siempre rosas -, adornaba la tela de tan adusta vestimenta. Sus grandes tetas caían dentro de la tela llegando hasta su cintura, donde el fajín de la falda evitaba la salida de estas por la parte inferior de la blusa. No importaba que falda o que blusa utilizara, se veía eso si, que aquella ropa era vieja y muy usada, algunas de las blusas dejaban ver su piel marchita y sus tetas caídas debido a la transparencia que el desgaste producía en la tela.

Lo cierto es que Miguelina Montes mostraba al mundo una imagen personal que distaba mucho de la dama de alta sociedad que era ella por su heredad y más aún, por su linaje.

La gran casona donde vivía se estaba cayendo, la gloria y la opulencia que en su momento tuviera la vieja mansión ya hacía mucho que habían desaparecido. Es importante decir que Miguelina Montes jamás se casó, por supuesto nunca tuvo hijos y es que nunca soportó la idea de compartir su riqueza con nadie. De sólo imaginar que su riqueza, su dinero, sus propiedades, sus joyas y todo cuanto poseía podría terminar en otras manos le causaba un dolor internamente que muchas veces comparó con el dolor de parir, aunque como se dijo antes, Miguelina Montes jamás tuvo hijos.

Hay que decir, además, que Miguelina Montes fue una mujer hermosa, su cutis parecía hecho de fina cerámica, estaba bellamente adornado por dos grandes y redondos ojos negros como una noche sin luna ni estrellas, eran hermosos, su piel era nacarada y adornaba su pecho un ramillete de pecas que atraía la mirada de sus muchos admiradores y pretendientes. Su talle era delgado, sus pechos enhiestos miraban al frente retadoramente, grandes deseables. Una cintura entallaba la mitad de su hermoso cuerpo y junto a sus poderosas caderas le daban esa forma de reloj de arena que pone loco a los hombres. Lo cierto es que Miguelina Montes estaba soltera y sin hijos pero no por falta de aspirantes que la cortejaran, hubo uno, Amílcar Dos Santos, hijo de un adinerado comerciante que inclusive murió de amor - según las viejas de la época - debido al rechazo que le hiciera Miguelina Montes.

Hay que ser justos cuando se narra historias y por lo tanto debe decirse que Miguelina Montes no era una mujer sin sentimientos. Por el contrario, tenía Miguelina Montes un gran corazón que amo muchísimo, que latió sin ton ni son debido a la pasión que durante toda su vida la llenó. Es más, se podría afirmar que Miguelina Montes amó más que cualquiera otra persona que viviera jamás. Inclusive, el día de su muerte justo cuando soltó su último aliento, su postrero pensamiento fue para su grande amor y aunque vivía sola, aunque murió sola, aunque jamás estuvo acompañada por nadie durante los últimos treinta y cuatro años de su vida, cerró los ojos contenta y feliz de saberse plena por el amor que la embargaba al fallecer.

Si, Miguelina Montes era una mujer extraña que nunca se casó, que nunca tuvo hijos, que no tuvo amigos y a quien la vida le había arrebatado a cualquier familiar que estuviera ligado a ella hasta un quinto grado de consanguinidad y octavo de afinidad. Miguelina Montes murió sola un diecinueve de septiembre a las dos y treinta y un minutos de la tarde. Luego de almorzar su acostumbrado plato de avena sin azúcar, salió a la terraza, antes hermosa pieza de arquitectura española, hoy sólo un lugar derruyéndose. Luego de leer un poco, supo Miguelina que su hora había llegado, no sintió miedo alguno. Se levantó lentamente y subió más lentamente aún las escaleras que llevaban a su habitación. No pretendía retardar su momento, sólo deseaba compartir algo más de tiempo con su amor. Cuando entró a la habitación, se dirigió en dirección al pequeño estudio adjunto, una habitación donde fácilmente podría hacerse una reunión para una docena de personas. Unos cientos de sacos estaban desperdigados por toda la habitación, algunas monedas que habían escapado de varios sacos, se hallaban regadas en el suelo aquí y allá. Miguelina se arrodilló y tomando algunas de esas monedas, acarició con delicadeza el metal, sus ojos brillaron y una sonrisa desdentada se dibujó en el arrugado rostro de la miserable mujer. Se dejó caer suavemente sobre los sacos más cercanos a ella y se quedó dormida. No supo nunca Miguelina cuando su cuerpo dejó de existir, pero su alma se alejó triste de su dinero, lo único que había logrado hacer que aquel corazón seco latiera de emoción, lo único por lo cual hubiera sacrificado su vida - vida que sin saber había desperdiciado -, lo único que le hacía correr la sangre más rápido, lo único que había amado, si, lo único, porque hasta en eso fue tacaña.

Sólo 14 hablaron pajita

NeoGabox | 11 septiembre, 2007 13:21

Siento que conozco a esa mujer, o a alguién se me parece... ¬¬ Este relato me ha gustado bastante, esperare con ansías leer los siguientes... Saludos...

EduardoEquis | 11 septiembre, 2007 14:56

Excelente! Me agradó muchísimo.

Desde nuestra perspectiva ella pudo haber desperdiciado su vida, su futuro, su tiempo... Pero puede que ella haya disfrutado su vida (a su manera), y junto al amor hacia la moneda y riqueza... ¿No?

... En ciertas ocasiones me recordó a Fernanda de Carpio.

Los pecados capitales son un excelente tema para escribir y escribir. Esperaré los siguientes...

SUERTE!

P.D. ¿Funciono lo de las estadísticas?

...flor deshilvanada | 11 septiembre, 2007 20:00

Nunca supo lo que se perdía... amar y ser amada es la mayor riqueza a la que se puede aspirar!

Precioso es este cuento, Sr "escritor" ;)

Un besito. Ahhh sí, quiero ver la foto del sábado con tu pirncesita!!

3rn3st0 | 12 septiembre, 2007 11:14

Neogabox: Antes que nada, bienvenido, regresa cuando desees, y en los próximos días podrás leer más, estoy trabajando en ello.

Eduardo: Mi estimado, gracias por vuestras palabras. Coincido contigo en eso de las perspectivas, pero aún así, - desde nuestra perspectiva -, que triste ¿no?.

No conozco el personaje, ilústrame.

PD: Si, si funcionó, ya estoy puliendo mis etiquetas, mis tags de Technorati y otro montón de cosas. La información realmente me fue muy útil. Muchísimas gracias :-)

Evan: La foto, la foto, debo buscarla y enviártela. Y gracias por lo de escritor, no creo ser merecedor de tanto - aún - ;-)

Anónimo Responder | 12 septiembre, 2007 11:33

Estimado Ernesto, gracias por pasar por LP. Te respondí tu interesante comentario. Saludos y estaré pasando!

Anónimo Responder | 12 septiembre, 2007 15:28

Eso significa que la proxima semana es su aniversario de muerte!!!!. poobre mujer rica. sabes que es lo peor del caso Ernesto? que es un cuento que yo creo todos conocemos a su personaje., en ocasiones es varon, en otras mujer. pero siempre casado con la avaricia.

Vine a visitarte por 24 horas. no me voy hasta que lea toooooooooodo. (me acompana un snicker).

mientras TE ABRAZO.

Anónimo Responder | 12 septiembre, 2007 15:59

Bueno, bueno... por fin después de mucho tiempo te puedo leer con calma. Y te digo, me impresionas...
El análisis te lo pasaré con más calma porque quiero leer los posts anteriores a este para poder ir "hilando fino" a ver cómo los conecto...

Correspondiendo a tus reclamos, me he puesto las pilas y tienes ya 6 postcitos para leer en mi nueva morada.

Te puedo pedir el favor enorme de averiguarme si habrá posada disponible para el Blogstock? quiero ir pero el blog de los guaros no me acepta nada de comentarios. como que ahora sí cerraron las listas. Pero igual, yo sé, me dejarán pasar. Arrocera, pues.

Un abrazote enorme!!!

3rn3st0 | 13 septiembre, 2007 11:02

VB: ¡Caramba, caramba!, que orgullo recibirte acá. Si, leí tu respuesta. Hoy estuve por allá nuevamente. Y sobre tu regreso, hazlo cuando desees. Siempre eres bienvenida :-)

Resonancias: Si, existe gente así, y ojalá fueran avaros sólo con el dinero, la avaricia puede llegar a formas extrañas. Pregúntale a los grandes empresarios petroleros.

Mafalda: Regresaste, me alegra muchísimo verte por acá nuevamente. Estaré esperando ansioso el análisis :-)

Estuve por tu página en estos días y... ¡Dios!, parece que hubieras publicado todo de un sólo golpe, debo sentarme con tranquilidad a leerte también :-)

Respecto al BlogStock, déjame ver como hago con Croncho, aunque no creo que haya problemas. Cualquier cosa, te invito yo a ti. Yo estoy confirmado, soy bloguero y no pueden decirme que no ;-)

Mallén | 13 septiembre, 2007 11:49

Buenísimo!!! iba yo pensando precisamente en los pecados capitales al leer el relato... pensamos parecido. Espero los otros seis con ansias!!!!!!!! (eh, y pásate por mi blog, me late que te agradaría leer lo que escribí a raíz del 11 de septiembre)

Carlos | 13 septiembre, 2007 15:49

...nada nos llevamos.
El mejor tesoro es morir acompañado, rodeado de gente que amas creo yo...

Un abrazo Ernesto.

Oswaldo Aiffil | 15 septiembre, 2007 11:45

3rn3st0! Como la vida misma...¿cuantas Miguelinas no existen o existieron por alli? La Montes caray, yo conozco algunas que transitan el mismo caminito, de la misma forma...saludos!

Unknown | 16 septiembre, 2007 17:44

a vieja tacaña la miguelina...Intensa como se diría hoy...me recordó a una tía de mi papá que estaba forrada en plata y se vestía de pordiosera para no levantar sospechas jejeje
Como siempre excelente...un aplauso y un abrazo

Najla | 16 septiembre, 2007 19:25

Este relato está buenísimo.... perfecto para ejemplificar la miseria humana expresada en la avaricia...

estoy contenta... vienen cochitas muy buenas en este blog...

Ehh... es pecado la ansiedad??? pero no capital... o si??

Saludos.... Muacc

3rn3st0 | 17 septiembre, 2007 10:29

Mallén: Listo Mallén, pasé por allá hace unos días y casi coincidimos en tu casa virtual. Excelente tu escrito, por cierto.

Carlos: A veces no toca de esa manera, pero sería ideal y como bien dices, no nos llevamos nada.

Oswaldo: Es triste eso Oswaldo, amasar fortuna o cualquier cosa sin siquiera disfrutarlo uno mismo.

Loco: ¿En serio, se vestía de pordiosera? Bueno, pasa en las películas...

Najla: ¿La ansiedad? No, no es un pecado, es más bien un problema que debemos aprender a controlar. Y tienes razón, vienen cosas buenas, estoy escribiendo mucho y todo está puliéndose para montarlo aquí. :-)

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