Cabalgando hacia la nada

El mejor afrodisíaco para las mujeres son las palabras. El punto G se encuentra en las orejas. Quien lo busca debajo está perdiendo el tiempo.

Isabel Allende

Sentada en el borde de uno de los costados de la cama, Gisela le miraba entre temerosa y excitada. Muchas cosas habían ocurrido para llegar a ese momento. Un instante que ambos habían anhelado desde hacía mucho. Tranquilo y con una gran sonrisa David se acercó y posando sus manos sobre las rodillas desnudas se acuclilló frente a ella. Gisela bajó la mirada apenada. David posó su índice bajo la barbilla de ella y delicadamente levantó su rostro quedando ambos mirándose directo a los ojos. Si prisas, pero sin detenerse David acercó su rostro al de ella y con un imperceptible roce, sus labios se tocaron por primera vez. Así quedaron unos momentos, aspirando sus alientos mutuamente y por un instante que se hizo eterno sus ojos quedaron fijos, sus miradas viendo al interior del otro. Finalmente sus labios se unieron y el beso tantas veces imaginado, tantas veces deseado se hizo piel.

Gisela ya no temblaba, sólo se dejaba llevar por todas esas sensaciones que recorrían su interior. Su boca era el vehículo que la ...sus manos no eran meros adornos. Ambos se palpaban pródigos.llevaba a los labios de David convertidos ahora en el destino de su deseo. Se besaron tiernamente, se besaron como si el fin del mundo hubiera llegado ese día, se besaron como sólo los amantes de mil vidas se besarían.

El deseo les comía el alma y sin embargo no había desespero. Sólo querían prolongar su unión todo el tiempo que pudieran. En aquel beso sin fin, sus manos no eran meros adornos. Ambos se palpaban pródigos. Gisela acariciaba el rostro barbado de David, apretaba sus hombros, palpaba su pecho. David no se quedaba atrás y dejaba que sus dedos se enredaran en los cabellos de ella, acariciaba sus pechos enhiestos y magreaba su bajo vientre, acercándose a su entrepierna, aún protegida por un precioso cachetero de encaje negro para luego alejarse, logrando que Gisela suspirara profundamente por el placer y el deseo.

Estuvieron así mucho rato, luego, casi obligado David separó sus labios de los de Gisela e irguiéndose frente a ella la tomó de las manos quedando ambos de pie, frente a frente al lado de la cama. Volvieron a besarse y con mucha delicadeza David la tomó entre sus brazos, levantándola desde debajo de sus rodillas. Ella cruzó sus piernas detrás de él y por primera vez sintieron sus pieles cálidas, temblorosas. El abrazo los unió aún más y sus bocas volvieron a juntarse en ese beso siempre húmedo, siempre tierno. ...podía sentir la dureza de aquel miembro que unos instantes más tarde estaría...David giró sobre si mismo y se sentó en la cama con Gisela sobre sus piernas y fue cuando ella en un impulso más juguetón que otra cosa, separó sus labios mirándole sonreída. Le dio un suave empujón y David se dejó caer de espaldas sobre la cama y de inmediato Gisela se inclinó sobre si misma volviendo a fundir sus labios en ese beso que les unía sin remedio entre la lujuria más básica y el más tierno gesto de cariño. En ese momento, Gisela sintió por primera a David entre sus piernas, un corrientazo recorrió su espalda y empezó a temblar descompasada. Aún cuando sus sexos se hallaban separados por la tela del cachetero que ella usaba, podía sentir la dureza de aquel miembro que unos instantes más tarde estaría en su interior. Ese sólo pensamiento la hizo estallar en un suave y lento orgasmo que David pudo percibir en sus temblores, en su respiración y en sus ojos que le miraban entrecerrados.

Cuando sus temblores se hicieron más leves Gisela miró a David sonreída, plácida y volvió a besarle. Se sentía segura y quería ser quien tuviera las riendas. David la dejó hacer divertido y excitado. Ella era tan dulce y tierna que no había manera de oponérsele. Gisela empezó un movimiento hacia adelante y hacia atrás sobre el pene erecto de David, se movía despacio, acariciando el miembro de él sin aún quitarse aquella prenda que resumía con la humedad que bullía en su vulva. David la tomaba fuerte de las nalgas y la besaba mordisqueando sus labios. Labios que le traían loco de deseo desde que los viera por primera vez. Poco a poco de tomarla de las nalgas sobre la tela paso a meter las manos debajo de esta y acariciar la piel de Gab. Al contacto de las manos sobre su desnuda piel, Gisela se excitaba aún más y sus movimientos se hacían más y más rápidos. Con mucho tiento, David empezó a quitarle el cachetero a Gisela cuyas manos acariciaban, rasguñaban y pellizcaban el pecho de David sin misericordia. En un movimiento casi instintivo Gisela levantó sus caderas y David pudo por fin deshacerse del cachetero que quedó a su lado empapado por el alma de Gab.

Gisela percibió aquella maniobra y con mucha suavidad se posó sobre David haciendo que sus sexos se tocaran directamente por primera vez. Ambos se paralizaron casi al unísino y se dejaron llevar por la sensación de estar prontos a unirse finalmente.

Sus miradas volvieron a encontrarse, sus bocas sonrieron un instante y sus labios volvieron a unirse en ese beso sin fin que les hacía uno solo, fue ahí, justo en ese momento cuando David sintió una mano que tomaba delicada pero firmemente su pene. Se ...ahora era un lugar donde sus sentidos la hacían descargarse...abandonó por completo y dejó escapar un largo y angustioso suspiro cuando experimentó en toda su humanidad la extraordinaria sensación de estar entrando al interior de Gisela por primera vez. El calor que lo rodeó por completo era increíble. Ella respiraba irregularmente alejando un poco un rostro que mostraba un rictus de un dulce dolor y de un infinito placer. Gisela gimió gutural, desde lo más profundo de su ser animal e instintivamente inició un movimiento de vaivén dejando que David entrara y saliera de ella. Si antes había convertido el pecho de David en un pequeño campo de batalla para sus manos, ahora era un lugar donde sus sentidos la hacían descargarse. Empezó a moverse más y más rápido, sus gemidos se hicieron gritos callados y su cabeza pareció desprenderse creando una ola de cabellos que se movía en todas direcciones a la vez.

David la sujetaba firme, valiente y la dejaba hacer. Así estuvieron hasta que Gisela se detuvo en seco y exhalando un grito ahogado se dejó caer sobre el pecho de David Se abrazó a él, su cabeza pegada a una de sus mejillas y su boca mordiendo con furia lujuriosa el hombro de él. David sólo se apretó contra ella. El placer que ella emanaba anestesiaba cualquier dolor que pudiera sentir. Gisela temblaba toda por dentro y por fuera y David disfrutaba de cada una de aquellos espasmos cada vez más débiles mientras aquel encantador orgasmo de Gisela se diluía entre ambos.

Después de unos minutos ella alzó su rostro y se ubicó sobre él. Le beso tiernamente y sonriendo preguntó pícara y traviesa: —¿Aún no hemos terminado, cierto? —con su respiración aún algo convulsionada, David la miró sonriendo y atrajo hacia su rostro aquellos preciosos labios. La beso con dulzura y sin separar sus bocas le respondió: —No mi preciosa señorita, aún hay mil juegos que no hemos jugado.

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