Un genial don nadie

No fracasé, sólo descubrí 999 formas de NO hacer una bombilla.

Thomas A. Edison

Hace algún tiempo vengo padeciendo problemas de incontinencia mental replicada. Por favor no se rían, es algo grave y que me está volviendo loco. Al principio no le presté atención, pero en los últimos tiempos se ha convertido en una maldición. Para que me entiendan, les diré que éste extraño padecimiento psicológico fue diagnosticado por primera vez por un psicólogo suizo (¿Porqué siempre son suizos los psicólogos?) en el año de nuestro señor de un mil y novecientos y catorce. El hombre en cuestión determinó que dicho mal se manifestaba por la generación de ideas completamente innovadoras para el paciente, pero que en realidad ya existían en el mundo real. Dicho de otra manera, el enfermo ideaba cosas, cualesquiera que estas fueran – inventos, textos, obras de arte, diseños, por ejemplo. – asumiéndolos como propios cuando en realidad ya habían sido ideados por otras personas. Lo peor del caso es que los pacientes que sufren éste trastorno mental no aceptan el hecho de que sus ideas “originales” ya han sido creadas por otros antes de ellos.

Lo que les describo antes podría parecerles algo tonto, pero no lo es tanto cuando creemos que hemos imaginado algo que podría salvar al mundo y resulta que ya alguien lo inventó.


En mi caso, cuando fui por primera vez al registro de patentes para que nadie me robara la idea de un cuaderno hecho de hojas dobladas sobre si mismas y grapadas para que los niños lo usaran en las escuelas fue el primer indicio de mi enfermedad. Recuerdo claramente la cara del encargado, su expresión de sorpresa al principio y luego la mueca que le hizo reírse hasta que tuve que abandonar el registro apenado y muy, muy triste.

Luego vinieron algunos otros momentos, siempre en el registro de patentes, donde la mayor de las vergüenzas me hacía salir llorando a encerrarme en mi casa. El día que inventé un forro hecho de látex el cual se colocaría cubriendo el pene durante el coito para evitar embarazos no deseados y/o infecciones de transmisión sexual… Ese día me enteré que ya los egipcios, mil años antes de Cristo usaban dicho dispositivo para evitar enfermedades. Ese día regresé abatido a ...para que nadie me robara la idea de un cuaderno hecho de hojas dobladas sobre si mismas...mi casa con las burlas del encargado resonando en mis oídos.

La siguiente vez que me presenté en el registro, mi rostro mostraba mi seguridad y el orgullo que me causaba mi nueva idea, sabía que en esa oportunidad no podrían decirme que estaba copiando a nadie: En mi maletín llevaba el diseño y las especificaciones de una herramienta que cambiaría la manera en que los carpinteros trabajaban: un golpeador para clavos, con un mango hecho de madera, una cabeza de acero de dos puntas que sobresalían en dirección contraria; una punta chata para golpear las cabezas de los clavos y hundirlos contra la superficie elegida y la otra punta dividida en una mueca curva hacia abajo, semejante a la pata de una cabra. Ése lado serviría para extraer clavos que estuvieran doblados o que se requiriera sacar por cualquier razón. No es necesario decir que terminé encerrado en mi casa durante una semana debido a la fuerte depresión luego de que el encargado del registro de patentes me dijera que mi invento se llamaba “martillo”.

Así pues transcurrió mi vida entre increíbles ideas y destructivas desilusiones hasta una mañana de junio, cuando apenas empezaba el verano caribeño. Recuerdo claramente como aquella luz empezó a brillar dentro de mi cabeza, era la idea más genial que nadie hubiera podido tener alguna vez. Estaba seguro, de verdad que lo estaba, de que esta vez no había nadie a quien se le hubiera ocurrido semejante ingenio. Aquel invento revolucionaría la manera en que el ser humano se comunica, no habrían fronteras, tampoco distancias. Todos podríamos comunicarnos, los unos con los otros usando para ello una gran red de distribución mundial. Decidí llamarla “World Wide Synapse”. ¡Hasta el nombre era único y genial! Me senté a desarrollar mi idea, trabajé sin descanso día y noche. El café se convirtió en mi mejor aliado y así, luego de dos años, cinco meses y dieciocho días de arduo esfuerzo vio la luz un documento de más de tres mil páginas donde detallaba todos y cada uno de los aspectos técnicos de aquella titánica red de comunicaciones universales.

Algunos detalles que creo relevante revelar es que la red sería descentralizada, ...una mañana de junio, cuando apenas empezaba el verano caribeño...no había ubicuidad en cuanto a instalaciones, todos podrían ser clientes o servidores (dos términos que acuñé al efecto). Los protocolos de comunicación, estaban basados en dos ideas no menos grandiosas, uno para intercambio de datos entre computadoras, al que llamé Protocolo de Transmisión Controlada o CTP (por sus siglas en inglés). Esto último fue así, porque pensaba presentar mi proyecto ante las Naciones Unidad y era necesaria la internacionalización del documento. Desarrollé, además, un protocolo para compartir documentos usando para ello etiquetas que serían interpretadas por las aplicaciones de software diseñadas a tales efectos. Los usuarios, podrían así “volar” en el cielo de documentos que habría disponibles.

Sin ser arrogante, debo confesar que en aquella ocasión no tenía ningún tipo de dudas, menos aún temores. Mi idea era genial, única, inimitable y, para los efectos prácticos, impensable para nadie que no poseyera mi genio. Aprovechando un viaje que hiciera a Cambridge, me dirigí directamente a BBN Technologies y logré concertar una cita con J.C.R. Licklider, viejo amigo que conociera en un simposio sobre tecnologías de comunicaciones. Esa visita fue mi perdición y origen de mi hundimiento profesional y personal, aunque Licklider jamás logró entender todos los conceptos e ideas que planteaba mi proyecto, me dijo que lo estudiaría y me llamaría. Al final de nuestra conversación, estrechó mi mano y sonriéndome me dijo: — Amigo, tu contribución al desarrollo del ser humano jamás será olvidada. Luego me dio una palmadita en la espalda y cerró la puerta de su despacho tras de mi.

De eso han pasado ya 50 años. Licklider murió en 1990, yo tengo 72 años y mi más grande invento, el único que fue mío realmente, mi idea más genial nunca fue presentada como mía. El Departamento de Defensa hizo de mi una piltrafa. Expusieron al escarnio público y se apropiaron de lo que era mío. Infructuosamente gasté todos mis recursos y energías tratando de demostrar que aquello era el origen de la Web, del HTTP y de todo aquello que hoy es conocido como Internet. Me hundieron y jamás pude demostrar que todo había sido producto de mi ingenio. Sin embargo, no me he rendido, hoy día sigo trabajando incansablemente en nuevas ideas aún más grandiosas y útiles, ideas que llevarán al ser humano a conocer otras dimensiones, otros universos, ¿saben lo que es la inmateria? Bueno, eso es el objetivo de mi trabajo actual...

Sólo 6 hablaron pajita

Sex Shop Paraguay | 21 julio, 2012 00:39

Muy buenooo!!!!!!!!

Chica Mala | 29 julio, 2012 05:47

Eres bueno...

3rn3st0 | 30 julio, 2012 00:28

Sex Shop Paraguay: ¡Bienvenido y gracias!

Niña Mala: Tu eres excelente, te leo siempre. ¡Gracias por la visita! Regresa cuando lo desees.

Ztryp | 16 enero, 2013 16:26

Años sin pasar por este magnánimo blog, Compadre, me alegra leerle, intentaré pasar en otra oportunidad para leer sus elocuentes relatos.

3rn3st0 | 16 enero, 2013 22:39

Ztryp: Querido amigo, esta es tu casa siempre que desees regresar. Hace mucho que no escribo, pero se acerca una nueva temporada, aún quedan muchas historias por narrar en mi cabeza.

Jen Responder | 21 febrero, 2013 17:38

Me gustó la inocencia del personaje... me sacó una sonrisa en medio del caos de mi tarde. :)

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