La cafetera de hierro que estaba al pie de la escalera

La escalera que sube a un desván siempre sube y nunca baja, igual que siempre baja y nunca sube la de un sótano.

Gastón Bachelard

La camisa se hallaba sobre el sofá, había caído con descuido, todos sus botones abiertos, a su lado, un par de zapatos negros junto a un par de medias parecían bailar la danza del desorden los unos con los otros. Más allá, unos pantalones oscuros aún llevaban puesto el cinturon que los sostuvieran a unas caderas de hombre. Sobre la pequeña mesa, al lado del sofá, un reloj metálico brillaba de cabeza, aunque no podían apreciarse en detalle, las manecillas giraban rítmicamente segundo a segundo. Más allá de eso nada indicaba que hubiera alguien en la casa.

Arriba, en la habitación principal, él la tomaba por la cintura y dándole vuelta para que le diera la espalda, había bajado sus monos deportivos y sus pantaletas hasta debajo de las rodilla, hizo que se inclinara hacia adelante quedando su poderoso trasero frente a su erección. La penetró con fuerza, casi con violencia. Un largo y profundo suspiro salió de su boca y ambos empezaron un frenético vaiven donde entraba y salía desesperado de su sexo húmedo. Sus nalgas chocaban contra las caderas del hombre haciendo un sonido de aplauso. Eso parecía excitarlo aún más. La tenía tomada con ambas manos apretándola bastante, gustaba de someterla y ella lo disfrutaba aún más. Sus suspiros se hicieron gemidos y empezó dar pequeños grititos de placer y lujuria. El hombre redobló sus esfuerzos y ella estalló en mil espasmos. Su cuerpo temblaba por el orgasmo que estaba teniendo, luego, el hombre se aferró a ella en un abrazo de oso derramándose en ella. Las piernas de ambos se doblaban por el placer, sin soltarla se senté sobre uno de los escalones y ella, aún unida a él se dejó caer sobre sus piernas. Volteó su rostro hacia el suyo y sonriendo se besaron besamos. Ella volvió mirar hacia el frente y empezó a reír, miró otra vez al hombre y sin decir nada señaló hacia abajo, humeante aún, se hallaba la cafetera de hierro que estaba al pie de la escalera. Era un buen momento para un café caliente.

Sólo 2 hablaron pajita

Lulu | 06 febrero, 2012 19:54

Ja! "...besaron, besamos..."
Viva el subconsciente traidor!!
Muy buen texto. como que sin querer nos pusimos de acuerdo para invertir temáticas y extensiones?
Está simpático, aunque suene feo decirlo pues soy una de las participantes, este proyectito literario!!

3rn3st0 | 07 febrero, 2012 14:21

Lulú: jajajajaja, no me di cuenta del salto en mi interior. Gracias por el detalle, tienes toda la razón, el subconciente me traicionó, ¿qué puedo decirte? ;-)

Por cierto, es cierto, muy simpático éste proyectito. Tengo una idea que te la plantearé cuando hablemos por teléfono. ¡Chaucitoooo!

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